Nos mantenemos entrando y saliendo del inframundo que creamos en nuestro interior; dependiendo de las causas que provoquen la entrada y la salida; ¿Podemos soportar las consecuencias?

Los documentos del gran tribunal brillan desde su aposento, atrayendo a los soldados que aplican justicia plena y necesaria; los jueces de la verdad implacable se agitan en sus asientos con el escozor del veredicto que implementara un nuevo orden mundial; los verdugos del juicio celestial hacen rechinar sus látigos provocando aullidos de miedo, en los cuerpos de los sentenciados a vivir el castigo eterno de la mentira más sutil y despreciable, los que levantan odios con su actitud, los que promueven la corrupción de las almas, los que abandonan las virtudes después de recibir dádivas miserables y los que traicionan a su familia y sus amigos por el placer del poder.

Las sentencias se dejan oír después de que una voz melodiosa y fuerte las recita con amor y fortaleza.

Muchos lloran, otros ríen débilmente, algunos gritan de dolor y arrepentimiento; pero todos sufren en carne propia su cuota de justicia propia y ajena, después de ver caer sus tronos de reyes y príncipes conquistados con la esclavitud de sus iguales, con la miseria de sus compatriotas y con la muerte de los habitantes comunes de los pueblos.

Grandes multitudes dejan brotar y exhibir su satisfacción por este triunfo conquistado con sumo dolor, ríos de lágrimas y sangre vilmente derramada, pero la felicidad se muestra en todos los rostros sobrevivientes de este maldito holocausto que mantuvo por un tiempo a estos seres en el infierno.

¿Cómo es posible que teniendo tanto nos falte mucho?

Miguel Correa.