Para oídos
estrafalarios y mentes disipadas: al nacer, nuestro cuenco esta vacío, somos
puros, al transcurrir del tiempo vamos llenando su espacio con: conocimiento,
acertijos, cualidades, maldad, bondad, ego, malicia, envidia, amistad, familia,
dinero, propiedades, inteligencia, mentiras, verdades, creatividad, placeres e
infinidad de cosas útiles e inútiles, reales y fantasiosas, posibles e
imposibles, que van moldeando nuestra personalidad. La claridad y la oscuridad
están presentes, vale la decisión de escoger la que más te agrade. Ser bruto o
inteligente cubre este cuenco ronda alrededor del cuenco, eres libre de escoger
uno de los dos, pero no puedes tener ambos. Nos hacemos profesionales o no, nos
aceptan o nos rechazan, pero todo depende de la sabiduría, la humildad, la
paciencia y la fe en nuestras poderosas capacidades para lograrlo,
desarrollarlo y hacerlo lo mejor posible.
Cuando
comenzamos a almacenar diferentes cosas en ese cuenco, las primeras que llegan
son las religiosas que nos llegan desde la mente y labios de nuestros
familiares, luego al continuar el crecimiento se aferran como garrapatas las
políticas y todos sus derivados; por lo que se ve es una carrera contra el
destino y los obstáculos que lo adornan con furia, mostrando sus garras y sus mejores
ropajes, aquí entra como una campeona la curiosidad y se establece como
inquilino con poderes, hasta que con sabiduría logramos desalojarla de nuestro
cuenco, si no lo hacemos los obstáculos se van agrandando hasta quedarse
permanentemente, complicando la supervivencia del cuenco.
Un gran
sello que calza aquí a la perfección son las famosas palabras de, Ernest
Hemingway: "Se necesitan dos años
para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar", también se
pudiese decir: “Se necesitan dos años para aprender lo básico de la vida y
sesenta para madurar y ponerlo en práctica”
Yo he sido
loco, medio loco, casi loco y loco y medio, pero cuando me paro y volteo, mi
locura se ríe, me hace señas y muecas, que se divierten produciéndome canas. Se
doblan mis piernas, se enderezan y continuo en el mismo vaivén, retrocedo cinco
pasos y adelanto tres, cuando me doy cuenta que ha finalizado el día noto que
tengo un rabo que se enreda y me ata al presente.
Es un deber
estar consciente de que cada día termina al ir a la cama y dormir, luego al
despertar comienza uno nuevo, ya que el anterior se fue siguiendo un sueño que
pudo haber sido el último, pero todo recomienza al despertar y seguir nuestra
rutina o una nueva que puede ser excelente subiendo la intensidad de la mejor actitud.
Miguel Correa.
Muy bueno¡
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