Que impresionante es el cerebro humano, lo malo es que tiene un gran enemigo difícil de controlar, no hay armas contra él, que lo puedan derrotar y es “El Egoísmo”, este va socavando las venas, las arterias y los huesos, secando las lágrimas y alterando el sudor haciéndolo huésped eterno de las mentes débiles, desde que se empezó a poblar el mundo ha existido el egoísmo, como tal el egoísta puede llegar hasta el asesinato de sus semejantes aunque sean su propia familia como el caso ultra conocido de Caín y Abel; el egoísmo tiene un hermano gemelo que es “La Envidia”, los cuales se han convertido en un dúo diabólico que unidos han hecho estragos a lo largo de la historia del mundo y cada día es más complicado y difícil erradicarlos, este virus duplicado se ha ido propagando a través de las diferentes generaciones que han existido desde ese momento; entre los principales vehículos para su propagación están: la política y la religión ambas promueven el odio, el racismo y la xenofobia que mezcladas al ideal de nacionalismo han colaborado en la destrucción del paraíso llamado tierra.
El Egoísmo: es un derivado del ego, donde cada individuo siente un amor excesivo por sí mismo y lo único que le preocupa es su interés personal, no le motiva para nada el bienestar ajeno a menos que esto le produzca un beneficio particular y sustancioso que lo ayude a elevar su ego, la persona que sufre de este mal no escucha razones, opiniones, necesidades ni tampoco le preocupan los intereses ajenos; esta actitud hace difícil las buenas relaciones con los semejantes y la persona contagiada trata siempre de hacer sentir mal a los demás, ya sea torturándolas, esclavizándolas o gobernándolas; aquí entran a protagonizar, la figura del político dictador, fascista e individualista; también el predicador que obliga a creer a sus fieles adeptos que su doctrina religiosa es y debe ser la única existente en su mundo único. Aquí notamos claramente que estas personas son a su vez egoístas y envidiosas.
Hay un versículo en la biblia que dice lo siguiente: “Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás” (Filipenses, II: 3-4). Ahora bien, cuando el predicador se refiere a una religión diferente a la suya ¿Cómo lo hace? Se refiere a esta como inferior y maligna¡, esto es egoísmo y envidia mezcladas; también el político cuando habla acerca de sus opositores, lo hace despreciativamente y los cataloga de inferiores, esto también es egoísmo y envidia.
Nosotros como seres humanos nacemos con algo de egoísmo: no queremos compartir a nuestra madre con nadie, vamos creciendo y no queremos que nuestros hermanos se apoderen de nuestros juguetes sin permiso, seguimos creciendo y no queremos compartir a los amigos y así sucesivamente; esto puede ser bueno hasta cierto punto, pero puede cambiar o empeorar con el tiempo, si cambia seremos mejores personas, pero si empeora nos convertimos en egocéntricos fabricando un mundo exclusivo donde cabemos solo nosotros, allí están los casos palpables de: los terroristas, los dictadores, los malos políticos y los fanáticos predicadores del engaño.
Total, que debemos darle el mejor uso al cerebro para no caer en estas provocaciones absurdas de comportamientos que solo conducen al mal vivir.
La humildad bloquea al egoísmo y a la envidia.
Miguel Correa.

Comentarios

  1. Es normal que nos amemos a nosotros mismos pero debe ser un amor sano, sin menospreciar a los demás y sentirnos superiores a ellos, ya que esto se convierte en algo maligno y si lo dejamos avanzar nos convertimos en sado masoquistas.

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  2. Muy buena reflexión, hay que extirpar de nuestra mente el egoísmo y la envidia porque son negativos.

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  3. El egoísmo y la envidia eso siempre ha existido pero no debemos caer en provocaciones ya que si nos diéramos cuenta con humildad podemos conseguir mejores cosas y nos ganaríamos el cariño el respeto y hasta llegaríamos a ser buenos ciudadanos para que nadie nos menosprecie.

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  4. Al cerebro hay que estimularlo para que podamos hacer maravillas.

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