Juan
recuerda su niñez, sus juguetes, sus amigos de infancia, sus inocentes juegos,
el renacer de las flores, el nacimiento de un niño, el alegre corretear de los
perros siempre detrás de una rueda (esto siempre le intrigó), los gatos siempre
delante de un perro, llevándolo al cansancio, el trinar de las aves en su vuelo
eterno…
Siente una
nostalgia blanca e infinita. Quiere transportarse a esos momentos y quedarse
allí, viviendo el momento, sin un reloj distante; o permanecer en el cálido
vientre de su madre, donde recibía caricias que lo nutrían, allí no había
pasados tristes ni futuros inciertos, solo un presente de alegría, conocimiento
y descubrimientos.
Al salir, en
un instante mágico, de la bolsa que lo cubría, comenzó a sentir miradas dulces,
curiosas, vociferantes, promesas, deseos, apretones de mano y de labios y así
fue creciendo entre cambios solitarios, monótonos y añadidos.
La
melancolía, los sueños quiméricos comenzaron, también muchas alegrías, y sobre
todo los grandes deseos por un mañana luminoso. Emprendió muchas cosas, cambios
e inventos; creó y estrenó un payaso, pero no valió de nada, todos se reían,
pero no creían en él, solo generaba risas: solo es válido el mediocre artista importado
y famoso, aunque sea malo y mojigato, o una copia de lo nuestro.
A Juan lo
ven como un comunista ladrón e inmoral, pero ¿qué es la moral?: una pared, una
máscara que tapa nuestros vicios y prejuicios, haciéndolos atractivos a los
ojos del mundo.
En cualquier
país del mundo para triunfar hay que imitar las necedades famosas, el ritmo y
las inmoralidades de moda, ser esnobista, esclavo de negociantes de vidas,
fabricantes de máquinas que imitan lo humano, inventores de bombas matagente:
no debes pensar, porque si lo haces te encontrarás indefenso y serás juzgado
sin motivo.
No debes
protestar, porque serás un disidente encerrado entre hierro y cemento; debes
comer lo que te sirvan, vestir siempre a la moda, de marca, pulcro y
presentable, aunque tengas el alma negra y corroída por el hambre.
Debes
caminar por la calle ya que las aceras, parques y plazas son ocupados por las
máquinas; debes regalar tu sudor para que te llamen buen amigo y buen vecino;
tienes que ser un producto del sistema, uno más del montón, sin salirte del
corral o serás aniquilado. Eres una letra numerada, sin poder agregar otra
letra u otro número; no tienes potestad de liberarte, tu libertad no existe,
debes comprarla; tu vacío lo complementan leyes que te oprimen y te vuelven inconsciente.
Miguel
Correa.
Como cualquier niño en el mundo.
ResponderEliminarExtraordinario articulo.
ResponderEliminarGracias¡
EliminarHay muchos Juan en el mundo.
ResponderEliminarAsí es¡
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