Hay una leyenda urbana que se desarrolla en
uno de los tantos barrios que pueblan la bizarra ciudad, acerca de una joven con
atributos especiales muy resaltantes, digo esto tal cual me fue contado, porque
era que tenía un cuerpo espectacular, una Venus de
Milo, como la famosa escultura griega. Pero el problema se presentaba —para
ella y los enamorados— cuando controlaban su excitación por esta Venus
deslumbrante y dejaban correr sus miradas del cuello hacia
arriba: los más valientes observaban con curiosidad, los que no salían
corriendo.
La apodaban Doble Cara, ya que, por un
descuido, error o desacierto del destino, su rostro estaba dividido en dos
porciones de una enorme fealdad. Así como a la famosa escultura que le faltan
ambos brazos, a nuestra protagonista de la historia le falta un rostro definido:
mientras el resto de su cuerpo está bien delineado, su cara, lamentablemente,
no.
Su nombre, que pocos sabían, era Caridad, no
sé si elegido por sus padres como un estímulo a su truncada flor, o para
inspirar lo que dicho nombre indica en las personas.
Caridad, como toda joven ilusionada, se
enamoraba constantemente pero su amor no era correspondido. Vivía soñando en
las películas donde el príncipe le da un beso a la ranita y la convierte en una
diosa de exclusiva y exorbitante belleza, mas ese príncipe no se hacía
realidad.
Un día ocurrió algo terrible: se presentaron
quince príncipes que, intoxicados y envilecidos a causa del alcohol y las drogas,
procedieron a emboscar a Caridad en un bosque cercano donde deleitaron sus
bajas pasiones, violando y maltratando a la indefensa chica luego de colocarle
una almohada en el rostro para cometer el vil acto.
Caridad dejó que estos engendros satisficieran
su lujuria sin protestar, solo algunas lágrimas mojaron la almohada cómplice de
aquel abominable hecho, lo único que ocupaba su mente era la violación a la que
la había expuesto su desagradable fortuna y ya no pensó mas en el imaginado
príncipe.
Caridad pudo llegar a su casa y sin decirle
nada de lo acontecido a su familia entró a su cuarto, donde permaneció encerrada
por horas, en la soledad de su cuarto pensó, meditó, analizó
y concluyó que, a pesar de todo, no había sido tan malo pues en vez de un
príncipe obtuvo quince de una sola vez. Esto le agradó y la llenó de una satisfacción
morbosa y enfermiza que la llevó a desear otra situación igual. Se dijo: Si es
la única forma de tener amor, que así sea.
Caridad, que sabía del fabuloso cuerpo que
tenía, se dijo: “Le voy a sacar provecho a mi defecto” y compró costosos maquillajes,
cremas exóticas que ocultaban su verdadera imagen, perfumes que subyugaban hasta
al más indiferente conquistador y se lanzó al mundo solicitando, exigiendo su
parte de amor del que se consideraba dueña.
Caridad logró disfrutar de lo que creía era
amor a plenitud, viajó por el mundo y dejó muchos amantes al borde del
precipicio y dispuestos a entregar todo por un momento delicioso, idílico y
extravagante.
En su deambular por los parajes insondables y
misteriosos de grandes y pequeñas ciudades conoció a los
titiriteros y malabaristas de un circo que se encontraban celebrando su éxito
en un modesto bar a orillas de una hermosa playa. Enseguida entabló amistad con
ellos, quienes la trataron como a un miembro más del circo, sin burlas ni
aspavientos.
Fue conociendo a todos los integrantes de la
troupé
y el payaso más famoso del circo, de nombre Emanuel, se enamoró de Caridad y la
instruyó en los secretos de su mundo de máscaras y colores. Ella le mostró su
verdadero rostro y el enamorado solo la miró y dijo: No me importa tu rostro,
te adiestraré para que pases desapercibida.
Caridad y Emanuel eran la pareja más
solicitada en las funciones cirquences, ya que ella se mudó al circo. Y así
transcurrió el inexorable tiempo, que todo lo cubre y envejece, que reduce y
encoge las vidas.
Emanuel se hizo anciano (podía ser el padre
de Caridad) y llevaba ya todos los achaques de la edad a cuestas. La vejez, y
el excesivo trabajo de alegrar vidas ajenas, lo estaban consumiendo y su
adorado público, al que le había entregado más de la mitad de su existencia,
veía el ocaso de Emanuel y cómo unos últimos suspiros de energía brotaban de
aquel ser que no quería entregarse a una vejez lúgubre, mortuoria, y que ansiaba
un nuevo aliento que lo mantuviera en su mundo, con su público y con Caridad.
Caridad estaba triste porque a pesar de lo
notorio en la diferencia de edades entre ella y Emanuel, se sentía sumamente
feliz porque alguien le había demostrado que el amor no tiene rostro definido,
ya que es hecho a nuestra entera conveniencia. Su tristeza no tenía límites, su
príncipe estaba al borde del precipicio y no podía detener su caída.
Cuando llegó el momento del sueño profundo y
eterno, la postración en el foso de las tinieblas, el aposento de la eternidad
en el mundo oscuro de la mente, Emanuel estaba sosegado y tranquilo. Se despidió
de su musa y atinó a oír la despedida de sus amigos de siempre y un “Te amo” de
su adorada Caridad.
Ahora Caridad, poseída por un deseo
desmesurado de gritar, pensó: “¿Para qué, si el viento las va a detener y
después chocarán con los árboles hasta llegar al empedrado, de donde no se
volverán a levantar?”.
Pasaron tres días de duelo durante los
cuales todo el circo y los asistentes asiduos recordaban a Emanuel como el
excesivo amigo, el punto de todas las letras, el coloso de las alegrías y risas
y, por supuesto, el que producía mas dividendos.
La escenografía de Emanuel fue guardada en un cofre, a la
espera de la aparición de alguien con semejantes o superiores cualidades. Fue
pasando el tiempo y Caridad, ya fortalecida y con nueva fe, fue llenando su
escritorio con cartas y declaraciones amorosas: dos enanos del circo se
peleaban por lograr su aceptación, tres malabaristas danzaban en las cuerdas
para realizar el mejor acto que lograra doblegarla y aceptar su vehemencia
amorosa.
Un día se presentó un caballero al que todos
saludaban con respeto y devoción, quien le ofreció sus respetos a Caridad y le
declaró su amor. Ésta, sorprendida por la elegancia y distinción de aquel
personaje, quedó tan impactada que aceptó sus requerimientos, sin saber que él
era el dueño del circo.
Caridad, mi nombre es Abraham. Emanuel me
hablaba mucho de ti, decía que tú lo habías reintegrado a la vida, que tú alegrabas
sus horas de permanencia en este espacio y llegué a enamorarme de ti sin
conocerte; hoy, cuando al fin te veo, siento que te conozco desde siempre y
ansío desde ya colmar de amor tu fuego interno y tu llama silente, mantenerlos
alegres para que sigan alumbrando nuestro adorado circo y mantenerlo repleto del
público que adora nuestra actuación.
Abraham, me siento halagada y sorprendida. ¿Cómo
un hombre como tú puede enamorarse de mí, con todos mis grandes defectos y una vida
tan desfigurada e incierta? Si como dices, mi querido Emanuel te habló de mí,
creo que ya sabes cuál es mi verdadero rostro.
Caridad, te conozco como nadie y eso no es
impedimento para amarte. Caridad, hay un pasaje en el Baghavad Gita que dice más o menos asi: “Un rico
comerciante estaba enamorado de una joven de extraordinaria belleza. Cada vez
que la veía pasar la enamoraba, pero sin resultado alguno. La joven optó por
desaparecer por un tiempo en el que soportó hambre, sed y miseria y preparó
tres recipientes en los que fue depositando sus heces fecales, la orina y el
vómito, lo que hizo que adelgazara hasta extremos impresionantes. Después
acudió ante el comerciante con los tres recipientes, pero el mismo no la
reconoció y la expulsó de allí. Ella por respuesta le dijo: “Esta es la belleza
que tú admirabas y deseabas. Yo soy aquella joven de la que estabas enamorado”.
El comerciante quedó estupefacto, sin creer en lo que veía”.
Caridad, con esto te digo, como le quiso
decir la joven al comerciante, que lo más importante es la belleza interna. Caridad,
tenemos que sacar el circo adelante y mantenerlo a la cabeza de todos, como un
tributo a Emanuel; si no quieres decidir ahora, tómate tu tiempo, el que creas
necesario, y cuando tengas una decisión me la comunicas, yo estaré esperando.
Ante esta avalancha de felicidad Caridad
tenía la mente en blanco, no atinaba a pensar con claridad. La proposición del
señor Abraham le parecía un sueño del que no había despertado; no conocía a
este señor tan caritativo al que todos llamaban “jefe “, y él mismo le manifestó
que era el dueño del circo. Pero esto le parecía extraño, porque nunca lo había
visto por allí.
Caridad sentía que las piernas le
flaqueaban, las paredes a su alrededor amenazaban engullirla, la tensión de su
organismo alcanzaba valores extremos, ¿Cómo era posible que de la noche a la
mañana estuviera a punto de hacerse rica? ¿Tal vez, a pesar de los pesares que
la acompañaban, había encontrado al fin su príncipe soñado? ¿O era una burla de
las circunstancias y Abraham se reía de ella?
Su cerebro, cual carrera de fórmula 1,
giraba a meteórica velocidad el viento acariciaba sus pensamientos chocando con
su rostro y brotando por sus dos caras. Sintió el roce de otra piel y un
murmullo que le gritaba “Reacciona, estoy aquí todavía”. Era Abraham, que la
zarandeaba para que se calmara y respondiera a su oferta matrimonial.
Caridad emprendió veloz carrera hacia la
calle, sentía que había perdido la voz y sus movimientos eran torpes, no
pensaba con claridad. Afuera el frío cortaba la piel y la persistente lluvia
cubría la noche. No creía merecer tantas bendiciones, no sabia que esto llegara
como un vendaval a una sola persona, mucho menos a alguien como ella, no
entendía los caprichos del destino.
Estuvo tres días en cama, sin ver los
acontecimientos monótonos de los zombies que deambulaban por su vecindario; no
consumió alimentos ni líquidos, solo pensaba, pensaba, hasta que llegó a la acertada
conclusión, creía ella, de aceptar la propuesta de Abraham, aunque éste casi le
doblaba la edad; lo que la motivaron sus 48 años cumplidos y no quería
desaprovechar tan atractiva oportunidad. Rememoraba su desastroso pasado y
pensaba en milagros, ángeles y santos; después de tanto sufrir, ahora iba a ser
rica y poderosa. Pasó por su mente la idea de la venganza, pero la desechó y se
afianzó en lograr las mejoras que le prometía el destino caprichoso y versátil.
Se sintió excitada por los recuerdos fugaces
de la violación sufrida y esto la indujo a masturbarse; gozó, disfrutó el
momento especial, sentido como nunca antes, porque a pesar de lo ocurrido se
había sentido deseada, lo que la hizo vibrar con morbosa emoción. Exploró los
parajes más ocultos de su cuerpo y después de tanta excitación y delirio, se
entregó a Morfeo.
Se levantó con un apetito feroz y con ganas
de comerse al mundo; sentía que había pasado toda la noche cabalgando en el
sexo, que muchas manos la estrujaban, apretaban y hurgaban en su intimidad,
esto rebosó de satisfacción sus anhelos numéricos. Se dijo: “Aceptaré este
tesoro y me regocijaré en la miel de las teorías helenísticas del olimpo de mis
alucinaciones, con toda la fuerza que late en mi vagina. Compensaré a Abraham
con un poco de amor, que es lo justo, y haré de su ocaso un trono de mágicas
vivencias”.
Abraham sintió un temblor en las rodillas
cuando Caridad apareció en la puerta de la oficina del circo y corrió a
recibirla, la abrazó y sintió que todavía había poder en la mitad inferior de
su cuerpo; su virilidad reaccionó, después de un largo tiempo, y pensó: tengo
que reactivar al gigante dormido, no puedo dejar pasar esta ultima oportunidad.
Sin dejarla hablar, le presentó los
documentos y la apremió a firmar. Caridad leyó, emocionada y en voz alta:
Dejo en su totalidad y sin diferimiento
toda mi fortuna y bienes a mi adorada Caridad, desde el momento en que ella
firme este documento y pase a ser mi esposa.
Sin pensarlo más, ella aceptó y al momento
fueron a la iglesia y se casaron, después se dirigieron a la casa de Abraham,
que pese a tener tanto dinero, era muy modesta: solo había un sirviente, tres
perros y cinco gatos, que convivían sin problemas.
Hicieron un brindis con las copas que les
trajo el sirviente; solo ellos dos, no había invitados. En un gran plato había
una pipa con abundante hachís, ya que Abraham era adicto a esta hierba.
Caridad, que era nueva en este mundo,
inmediatamente sintió una alegría inmensa que le provocó reír y reír; sintió un
calor intenso en su vagina, que se abría y cerraba desbocadamente, e hicieron
el amor con intensidad, lo que provocó en Abraham una subida de tensión que culminó
en infarto, quedando sin vida sobre ella. Aterrada, la recién casada daba
gritos sin parar, ante los cuales acudió el sirviente, quien quedó sorprendido
y enamorado del fabuloso cuerpo de Caridad, lo que alteró enormemente su
tranquilidad sexual.
La nueva viuda realizó el sepelio de Abraham
sin mucha publicidad y rápidamente se posesiono de la herencia, haciendo los
trámites necesarios. Para que no quedaran dudas, se presentó en el circo, donde
ya todos se habían puesto de acuerdo y le tenían un apodo en secreto: la
llamaban DD2 (doble cara y doble viuda). Esto llegó a oídos de Caridad, que ya estaba
mas tranquila y tenía las ideas más nítidas y empezó a sacar el máximo provecho de su admirable
situación: “Voy a aumentar mi capital y a convertir este circo en el mejor del
mundo, el más visitado, el de las mejores y más prodigiosas actuaciones”. Penso
para si.
Emanuel le había regalado un libro que ella
quería mucho, Lucrecia Borgia, y se dijo: “Voy a poner en práctica lo que
aquí he aprendido”. Luego los reunió a todos y les dijo:
De ahora en adelante, como ya todos saben,
soy la absoluta dueña de este, nuestro circo. A todos ustedes les pido que
realicen sus mejores actuaciones, ya que tendrán un bono extra, y el que
realice la más sorprendente de todas, sea hombre o mujer, tendrá una gran noche
de placer conmigo.
Todos quedaron asombrados y felices por la
nueva noticia, pues en algún momento de sus vidas habían tenido sueños húmedos
con ella y la proposición exacerbó su lujuria. Esa noche nadie durmió, el sexo
más frenético y las pasiones más bajas brotaron e inundaron todos los rincones
del circo.
Caridad había descubierto la forma más
maquiavélica de lograr todos sus sueños de la niñez: tener dinero, poder y sexo
sin mendingarlo.
Con el tiempo el circo llegó a ser el más
famoso de todos, el que impartía mayor felicidad. Los dueños de otros circos
ahora eran subalternos de Caridad y sus fortunas habían pasado a aumentar las
arcas de ella. Todos vivían embobados, flacos y con el sexo en los ojos porque
Caridad deambulaba desnuda por las instalaciones del circo, lo que provocaba
que se esforzaran en realizar su mejor actuación, no por dinero sino por tener una
noche de placer con la voluptuosa mujer.
La situación había llegado a extremos
escalofriantes, tanto que hasta los asiduos visitantes del circo querían una
noche de sexo con Caridad: políticos, personajes importantes de todos los
ámbitos de poder deseaban satisfacer sus pasiones con Caridad, quien
aprovechaba estas oportunidades al máximo, así satisfacía su ninfómana e
inagotable sexualidad y aumentaba su capital.
Ya la ciudad se había convertido en una
orgía total: casados, solteros, bohemios, curas, maestros, impotentes, todos en
general realizaban el sexo con sus parejas con inenarrable intensidad al solo
imaginarse la desnuda estampa de Caridad; muchos le tomaban fotos que guardaban
en sus carteras y para estimularse la observaban por un rato.
El circo era una excelente industria que
producía ganancias a montón gracias al avasallante cuerpo de Caridad. Ella,
sabedora de sus atributos, los tenía a todos a sus pies, de una suavidad y una perfección olímpica. A su paso, desnuda, con sus flexibles y bien torneadas
piernas, sus nalgas de redondez galáctica y un sexo que pedía posesión,
mantenía a la ciudad en una bacanal constante.
(Nota: Imagínense ustedes aquí en Caracas a
una mujer así. Sería el empujoncito final para exterminar a la ciudad, como en
Sodoma y Gomorra, si se aliara con nuestros inteligentes políticos.)
Los sin dinero, al paso de Caridad solo
podían masturbarse y soñar con que en su mundo hubiese una como ella. Este maremágnum ya no tenía control: el lavado de dinero, la prostitución, la alta y
baja delincuencia azotaban la ciudad; ya eran escasos los empleos, se agotaban
las fuentes de alimentos, el sexo era lo más importante, lo que hacía nacer
niños descontroladamente, los cuales morían al poco tiempo a causa del hambre,
la miseria y las enfermedades malignas.
Ya otros países buscaban su propia Caridad.
La contaminación controlaba todos los poderes y la economía caía en picada
mortal. Democráticos, comunistas, socialistas, social-religiosos, totalitarios,
fascistas, todos en general iban hacia la quiebra total, ahora predicaban sexo
y más sexo. Una cantidad enorme ya había pasado a mejor vida y las parejas de cadáveres
se apilaban en las calles, frente con frente, todos en posición sexual.
Ya no era tan fácil ver a Caridad como
antes, quien tenía miedo de lo que había provocado con su sexo de otro mundo;
pasaba horas, días enteros añorando su primera vez, cuando su cuerpo soportó a quince
gamberros y esto la mantenía en pie con una lascivia monárquica, esperando la
llegada de un príncipe que la besara y la cambiara para siempre.
Esta gran epidemia no tenía comparación con
otras anteriores, porque hasta los impotentes reaccionaban ante ella; todos
querían estar contaminados, era algo que anhelaban así los matara poco a poco;
lo mejor era que morían felices.
Era algo increíble y difícil de contar: la
gente tenía sexo en la calle, en los transportes, en los colegios; en el cine nadie
veía las películas, solo tenían sexo; al Presidente nadie lo escuchaba, ya que todos
los ciudadanos estaban ocupados con el sexo, La comida se dañaba en los
anaqueles, todos pedían sexo y más sexo y para esto no había antídoto que
valiera, nada lo curaba.
Si un periodista iniciaba su trabajo relatando
las últimas noticias, de pronto lo dejaba por el sexo; si un policía detenía a
alguien, lo soltaba para tener sexo; el maestro comenzaba las clases y no
terminaba debido al sexo; si dos países comenzaban un diálogo, lo dejaban a
medias para tener sexo en la frontera; ya no sabían si eran democráticos o
comunistas, solo practicaban el sexo. Si alguna banda musical intentaba
realizar una nueva obra, no podía, porque la guitarra y el bajo, el piano y la
batería se unían sexualmente.
Ya muchos querían hacer viajes espaciales
para tener sexo en otros planetas, en otras galaxias. Los vehículos chocaban
entre sí por culpa del sexo, los aviones se acariciaban en el espacio por el
sexo; total, ahora la Tierra se llamaba sexo.
Y el querido virus seguía propagándose por
el mundo, que cada día se poblaba y se despoblaba más y más. Morían muchas
personas, más que todo por hambre y enfermedades, pero nadie quería la cura porque
era un virus muy sabroso: mientras hubiese sexo, el mundo se mantendría super feliz.
Todos querían conocer a Caridad para quitarle, aunque fuera un simple cabello
para utilizarlo como amuleto para obtener más sexo, una locura colectiva...
A todas estas, Caridad se encontraba en el
palacio que le construyeron al lado del circo, siempre soñando y deseando que
la violaran o que apareciera un soberano que la curara de este virus. Ya no
tenía dónde guardar tanto dinero y cartas que le enviaban de todos los confines
del mundo pidiéndole, aunque solo fuera ver su hermoso cuerpo para masturbarse,
u ofrecían grandes cantidades para tener sexo con ella, lo cual era imposible.
Caridad vivía triste porque muchos amigos ya
no estaban y su príncipe no llegaba. Ya tenía 54 años, pero su cuerpo no
envejecía. Eran casi las doce de la noche en que cumplía esa edad, pero estaba
sola porque le aterraba la compañía de la gente: todos querían su sexo, hombres
y mujeres por igual.
Se vistió, después de tantos años sin sentir
la suavidad de una tela exótica de las tantas que conservaba, y salió a
respirar el clima nocturno. Disimuló su cuerpo con un sobretodo que la cubría
completamente y roció su cuerpo con diferentes perfumes para ocultar el
penetrante olor de su sexo.
Después de hora y media de caminata llegó a
un sitio desconocido, deslumbrante y fantasmagórico donde observó una figura masculina
acostada en unos periódicos de épocas pasadas. Estaba mal vestido, con la vestimenta
deshecha y sucia, pero sin saber por qué, quedó impactada con aquel hombre y
quiso saber quién era y por qué se encontraba en aquel lugar solo y frío. El
hombre no la miraba, no la tomaba en cuenta; ni siquiera había notado su
presencia y esto la molestó, acostumbrada a la admiración de todos y todas.
Se abalanzó sobre el hombre, quien no se
inmutó, solo volteó en el momento que Caridad buscaba su rostro y los cuatro
labios se juntaron en un beso interminable, que duró hasta que salió el deslumbrante
sol del nuevo día. Lo que Caridad vio la dejó atónita: ambos se encontraban
desnudos.
Toda la fealdad de su rostro había desaparecido;
las sucias ropas que el hombre anteriormente llevaba, ya no estaban. El lugar
desolado donde la noche anterior se hallaban se había convertido en un precioso
jardín donde pastaban muchos animales de diferentes razas en total armonía. Había
también un lago de aguas transparentes donde peces de diferentes y alegres
colores saltaban, mientras ella y el hombre misterioso se hallaban debajo de un
árbol de manzanas. Miguel Correa.
Wow¡!!!!!!!!!!!!! Espectacular, Fantástica, Una Historia Fabulosa, Mística, Exotica, Misteriosa. 20 Puntos.
ResponderEliminarGracias Norma, agradecido.
EliminarEl sexo fue, es y sera el motor que mueve al mundo, los seres humanos hacemos obras impresionantes siempre motivados e inspirados en el sexo opuesto, tenemos al sexo como el premio mayor a nuestras hazañas, siempre estaremos influenciados por el sexo opuesto. Se han cometido desastres colectivos e individuales bajo el deseo y la influencia del sexo y también grandes descubrimientos beneficiosos para la humanidad. En fin el sexo es primordial en nuestras vidas.
ResponderEliminarEsta historia de Caridad es terrible y espeluznante, pero a pesar de todo la vivió intensamente, tuvo, perdió y recupero su vida en varias oportunidades y a pesar de todo fue feliz.
ResponderEliminarSi fue feliz a su manera.
EliminarEs una historia dolorosa y a la vez feliz, que le puede pasar a cualquier mujer en el mundo
ResponderEliminarClaro nadie esta exento de algo similar, es como una jugarreta del destino.
EliminarEs un cuento de hadas como los de Disneylandia, una historia mágica.
ResponderEliminarSi mi amiga Norma una gran historia con muchas vicisitudes, muchas desdichas, pero también muchas alegrías.
EliminarSexo, el nirvana corporal y mental mas deseado por los seres humanos.
ResponderEliminarLa naturaleza es caprichosa y juega con el destino de las personas, por lo visto nada es completo todo nos viene a medias, a veces tenemos de mas en algunas cosas y carecemos de otras y en cada persona es diferente y exclusivo.
ResponderEliminarSi amiga mía, pero hay que darle utilidad al destino y buscar la forma de que sea provechoso, siempre con humildad y capacidad de reflexión para mejorar su conclusión.
EliminarLas historias de amor sean del tipo que sean siempre son importantes e interesantes, plasman el deseo, la esperanza, la felicidad y la convivencia entre dos personas, pero esta en los protagonistas de la misma que se convierta en la mejor historia de amor.
ResponderEliminarMuy cierto Norma.
EliminarCaridad! Si vemos el caso fue feliz a su manera, a pesar de las circunstancias.
ResponderEliminarAsí es la felicidad tiene muchas formas y matices, se puede encontrar en muchos sitios y la adaptamos a nuestra personalidad.
EliminarCaridad muchas quieren ser como tu, pero les da pena que hablen de ellas.
ResponderEliminarLa fuerza, el deseo y la ambición empleadas en el don del sexo , son las causas que hacen que el mundo mantenga un aumento considerable de seres humanos si estas causas y motivos fuesen empleadas también en el progreso, otra visión mandara en el orden mundial.
ResponderEliminarTodos añoran a una Caridad.
ResponderEliminarCaridad, Caridad, Caridad, lograste tu meta a pesar de todo.
ResponderEliminarImaginaos los unos a los otros, tener una avalancha de sexo tan intenso y variado, seria en verdad una situacion insostenible pero espectacular.
ResponderEliminarCaridad una chica interesante.
ResponderEliminarSi y con muchos atributos, es una historia sensacional.
EliminarCari, Cari, Caridad!
ResponderEliminarTremenda Dama¡
Eliminar