Hay una leyenda urbana que se desarrolla en uno de los tantos barrios que pueblan la bizarra ciudad, acerca de una joven con atributos especiales muy resaltantes, digo esto tal cual me fue contado, porque era que tenía un cuerpo espectacular, una Venus de Milo, como la famosa escultura griega. Pero el problema se presentaba —para ella y los enamorados— cuando controlaban su excitación por esta Venus deslumbrante y dejaban correr sus miradas del cuello hacia arriba: los más valientes observaban con curiosidad, los que no salían corriendo.
La apodaban Doble Cara, ya que, por un descuido, error o desacierto del destino, su rostro estaba dividido en dos porciones de una enorme fealdad. Así como a la famosa escultura que le faltan ambos brazos, a nuestra protagonista de la historia le falta un rostro definido: mientras el resto de su cuerpo está bien delineado, su cara, lamentablemente, no.
Su nombre, que pocos sabían, era Caridad, no sé si elegido por sus padres como un estímulo a su truncada flor, o para inspirar lo que dicho nombre indica en las personas.
Caridad, como toda joven ilusionada, se enamoraba constantemente pero su amor no era correspondido. Vivía soñando en las películas donde el príncipe le da un beso a la ranita y la convierte en una diosa de exclusiva y exorbitante belleza, mas ese príncipe no se hacía realidad.
Un día ocurrió algo terrible: se presentaron quince príncipes que, intoxicados y envilecidos a causa del alcohol y las drogas, procedieron a emboscar a Caridad en un bosque cercano donde deleitaron sus bajas pasiones, violando y maltratando a la indefensa chica luego de colocarle una almohada en el rostro para cometer el vil acto.
Caridad dejó que estos engendros satisficieran su lujuria sin protestar, solo algunas lágrimas mojaron la almohada cómplice de aquel abominable hecho, lo único que ocupaba su mente era la violación a la que la había expuesto su desagradable fortuna y ya no pensó mas en el imaginado príncipe.
Caridad pudo llegar a su casa y sin decirle nada de lo acontecido a su familia entró a su cuarto, donde permaneció encerrada por horas, en la soledad de su cuarto pensó, meditó, analizó y concluyó que, a pesar de todo, no había sido tan malo pues en vez de un príncipe obtuvo quince de una sola vez. Esto le agradó y la llenó de una satisfacción morbosa y enfermiza que la llevó a desear otra situación igual. Se dijo: Si es la única forma de tener amor, que así sea.
Caridad, que sabía del fabuloso cuerpo que tenía, se dijo: “Le voy a sacar provecho a mi defecto” y compró costosos maquillajes, cremas exóticas que ocultaban su verdadera imagen, perfumes que subyugaban hasta al más indiferente conquistador y se lanzó al mundo solicitando, exigiendo su parte de amor del que se consideraba dueña.
Caridad logró disfrutar de lo que creía era amor a plenitud, viajó por el mundo y dejó muchos amantes al borde del precipicio y dispuestos a entregar todo por un momento delicioso, idílico y extravagante.
En su deambular por los parajes insondables y misteriosos de grandes y pequeñas ciudades conoció a los titiriteros y malabaristas de un circo que se encontraban celebrando su éxito en un modesto bar a orillas de una hermosa playa. Enseguida entabló amistad con ellos, quienes la trataron como a un miembro más del circo, sin burlas ni aspavientos.
Fue conociendo a todos los integrantes de la troupé y el payaso más famoso del circo, de nombre Emanuel, se enamoró de Caridad y la instruyó en los secretos de su mundo de máscaras y colores. Ella le mostró su verdadero rostro y el enamorado solo la miró y dijo: No me importa tu rostro, te adiestraré para que pases desapercibida.
Caridad y Emanuel eran la pareja más solicitada en las funciones cirquences, ya que ella se mudó al circo. Y así transcurrió el inexorable tiempo, que todo lo cubre y envejece, que reduce y encoge las vidas.
Emanuel se hizo anciano (podía ser el padre de Caridad) y llevaba ya todos los achaques de la edad a cuestas. La vejez, y el excesivo trabajo de alegrar vidas ajenas, lo estaban consumiendo y su adorado público, al que le había entregado más de la mitad de su existencia, veía el ocaso de Emanuel y cómo unos últimos suspiros de energía brotaban de aquel ser que no quería entregarse a una vejez lúgubre, mortuoria, y que ansiaba un nuevo aliento que lo mantuviera en su mundo, con su público y con Caridad.
Caridad estaba triste porque a pesar de lo notorio en la diferencia de edades entre ella y Emanuel, se sentía sumamente feliz porque alguien le había demostrado que el amor no tiene rostro definido, ya que es hecho a nuestra entera conveniencia. Su tristeza no tenía límites, su príncipe estaba al borde del precipicio y no podía detener su caída.
Cuando llegó el momento del sueño profundo y eterno, la postración en el foso de las tinieblas, el aposento de la eternidad en el mundo oscuro de la mente, Emanuel estaba sosegado y tranquilo. Se despidió de su musa y atinó a oír la despedida de sus amigos de siempre y un “Te amo” de su adorada Caridad.
Ahora Caridad, poseída por un deseo desmesurado de gritar, pensó: “¿Para qué, si el viento las va a detener y después chocarán con los árboles hasta llegar al empedrado, de donde no se volverán a levantar?”.
Pasaron tres días de duelo durante los cuales todo el circo y los asistentes asiduos recordaban a Emanuel como el excesivo amigo, el punto de todas las letras, el coloso de las alegrías y risas y, por supuesto, el que producía mas dividendos.
La escenografía de Emanuel fue guardada en un cofre, a la espera de la aparición de alguien con semejantes o superiores cualidades. Fue pasando el tiempo y Caridad, ya fortalecida y con nueva fe, fue llenando su escritorio con cartas y declaraciones amorosas: dos enanos del circo se peleaban por lograr su aceptación, tres malabaristas danzaban en las cuerdas para realizar el mejor acto que lograra doblegarla y aceptar su vehemencia amorosa.
Un día se presentó un caballero al que todos saludaban con respeto y devoción, quien le ofreció sus respetos a Caridad y le declaró su amor. Ésta, sorprendida por la elegancia y distinción de aquel personaje, quedó tan impactada que aceptó sus requerimientos, sin saber que él era el dueño del circo.
Caridad, mi nombre es Abraham. Emanuel me hablaba mucho de ti, decía que tú lo habías reintegrado a la vida, que tú alegrabas sus horas de permanencia en este espacio y llegué a enamorarme de ti sin conocerte; hoy, cuando al fin te veo, siento que te conozco desde siempre y ansío desde ya colmar de amor tu fuego interno y tu llama silente, mantenerlos alegres para que sigan alumbrando nuestro adorado circo y mantenerlo repleto del público que adora nuestra actuación.
Abraham, me siento halagada y sorprendida. ¿Cómo un hombre como tú puede enamorarse de mí, con todos mis grandes defectos y una vida tan desfigurada e incierta? Si como dices, mi querido Emanuel te habló de mí, creo que ya sabes cuál es mi verdadero rostro.
Caridad, te conozco como nadie y eso no es impedimento para amarte. Caridad, hay un pasaje en el Baghavad Gita que dice más o menos asi: “Un rico comerciante estaba enamorado de una joven de extraordinaria belleza. Cada vez que la veía pasar la enamoraba, pero sin resultado alguno. La joven optó por desaparecer por un tiempo en el que soportó hambre, sed y miseria y preparó tres recipientes en los que fue depositando sus heces fecales, la orina y el vómito, lo que hizo que adelgazara hasta extremos impresionantes. Después acudió ante el comerciante con los tres recipientes, pero el mismo no la reconoció y la expulsó de allí. Ella por respuesta le dijo: “Esta es la belleza que tú admirabas y deseabas. Yo soy aquella joven de la que estabas enamorado”. El comerciante quedó estupefacto, sin creer en lo que veía”.
Caridad, con esto te digo, como le quiso decir la joven al comerciante, que lo más importante es la belleza interna. Caridad, tenemos que sacar el circo adelante y mantenerlo a la cabeza de todos, como un tributo a Emanuel; si no quieres decidir ahora, tómate tu tiempo, el que creas necesario, y cuando tengas una decisión me la comunicas, yo estaré esperando.
Ante esta avalancha de felicidad Caridad tenía la mente en blanco, no atinaba a pensar con claridad. La proposición del señor Abraham le parecía un sueño del que no había despertado; no conocía a este señor tan caritativo al que todos llamaban “jefe “, y él mismo le manifestó que era el dueño del circo. Pero esto le parecía extraño, porque nunca lo había visto por allí.
Caridad sentía que las piernas le flaqueaban, las paredes a su alrededor amenazaban engullirla, la tensión de su organismo alcanzaba valores extremos, ¿Cómo era posible que de la noche a la mañana estuviera a punto de hacerse rica? ¿Tal vez, a pesar de los pesares que la acompañaban, había encontrado al fin su príncipe soñado? ¿O era una burla de las circunstancias y Abraham se reía de ella?
Su cerebro, cual carrera de fórmula 1, giraba a meteórica velocidad el viento acariciaba sus pensamientos chocando con su rostro y brotando por sus dos caras. Sintió el roce de otra piel y un murmullo que le gritaba “Reacciona, estoy aquí todavía”. Era Abraham, que la zarandeaba para que se calmara y respondiera a su oferta matrimonial.
Caridad emprendió veloz carrera hacia la calle, sentía que había perdido la voz y sus movimientos eran torpes, no pensaba con claridad. Afuera el frío cortaba la piel y la persistente lluvia cubría la noche. No creía merecer tantas bendiciones, no sabia que esto llegara como un vendaval a una sola persona, mucho menos a alguien como ella, no entendía los caprichos del destino.
Estuvo tres días en cama, sin ver los acontecimientos monótonos de los zombies que deambulaban por su vecindario; no consumió alimentos ni líquidos, solo pensaba, pensaba, hasta que llegó a la acertada conclusión, creía ella, de aceptar la propuesta de Abraham, aunque éste casi le doblaba la edad; lo que la motivaron sus 48 años cumplidos y no quería desaprovechar tan atractiva oportunidad. Rememoraba su desastroso pasado y pensaba en milagros, ángeles y santos; después de tanto sufrir, ahora iba a ser rica y poderosa. Pasó por su mente la idea de la venganza, pero la desechó y se afianzó en lograr las mejoras que le prometía el destino caprichoso y versátil.
Se sintió excitada por los recuerdos fugaces de la violación sufrida y esto la indujo a masturbarse; gozó, disfrutó el momento especial, sentido como nunca antes, porque a pesar de lo ocurrido se había sentido deseada, lo que la hizo vibrar con morbosa emoción. Exploró los parajes más ocultos de su cuerpo y después de tanta excitación y delirio, se entregó a Morfeo.
Se levantó con un apetito feroz y con ganas de comerse al mundo; sentía que había pasado toda la noche cabalgando en el sexo, que muchas manos la estrujaban, apretaban y hurgaban en su intimidad, esto rebosó de satisfacción sus anhelos numéricos. Se dijo: “Aceptaré este tesoro y me regocijaré en la miel de las teorías helenísticas del olimpo de mis alucinaciones, con toda la fuerza que late en mi vagina. Compensaré a Abraham con un poco de amor, que es lo justo, y haré de su ocaso un trono de mágicas vivencias”.
Abraham sintió un temblor en las rodillas cuando Caridad apareció en la puerta de la oficina del circo y corrió a recibirla, la abrazó y sintió que todavía había poder en la mitad inferior de su cuerpo; su virilidad reaccionó, después de un largo tiempo, y pensó: tengo que reactivar al gigante dormido, no puedo dejar pasar esta ultima oportunidad.
Sin dejarla hablar, le presentó los documentos y la apremió a firmar. Caridad leyó, emocionada y en voz alta:
Dejo en su totalidad y sin diferimiento toda mi fortuna y bienes a mi adorada Caridad, desde el momento en que ella firme este documento y pase a ser mi esposa.
Sin pensarlo más, ella aceptó y al momento fueron a la iglesia y se casaron, después se dirigieron a la casa de Abraham, que pese a tener tanto dinero, era muy modesta: solo había un sirviente, tres perros y cinco gatos, que convivían sin problemas.
Hicieron un brindis con las copas que les trajo el sirviente; solo ellos dos, no había invitados. En un gran plato había una pipa con abundante hachís, ya que Abraham era adicto a esta hierba.
Caridad, que era nueva en este mundo, inmediatamente sintió una alegría inmensa que le provocó reír y reír; sintió un calor intenso en su vagina, que se abría y cerraba desbocadamente, e hicieron el amor con intensidad, lo que provocó en Abraham una subida de tensión que culminó en infarto, quedando sin vida sobre ella. Aterrada, la recién casada daba gritos sin parar, ante los cuales acudió el sirviente, quien quedó sorprendido y enamorado del fabuloso cuerpo de Caridad, lo que alteró enormemente su tranquilidad sexual.
La nueva viuda realizó el sepelio de Abraham sin mucha publicidad y rápidamente se posesiono de la herencia, haciendo los trámites necesarios. Para que no quedaran dudas, se presentó en el circo, donde ya todos se habían puesto de acuerdo y le tenían un apodo en secreto: la llamaban DD2 (doble cara y doble viuda). Esto llegó a oídos de Caridad, que ya estaba mas tranquila y tenía las ideas más nítidas y empezó a sacar el máximo provecho de su admirable situación: “Voy a aumentar mi capital y a convertir este circo en el mejor del mundo, el más visitado, el de las mejores y más prodigiosas actuaciones”. Penso para si.
Emanuel le había regalado un libro que ella quería mucho, Lucrecia Borgia, y se dijo: “Voy a poner en práctica lo que aquí he aprendido”. Luego los reunió a todos y les dijo:
De ahora en adelante, como ya todos saben, soy la absoluta dueña de este, nuestro circo. A todos ustedes les pido que realicen sus mejores actuaciones, ya que tendrán un bono extra, y el que realice la más sorprendente de todas, sea hombre o mujer, tendrá una gran noche de placer conmigo.
Todos quedaron asombrados y felices por la nueva noticia, pues en algún momento de sus vidas habían tenido sueños húmedos con ella y la proposición exacerbó su lujuria. Esa noche nadie durmió, el sexo más frenético y las pasiones más bajas brotaron e inundaron todos los rincones del circo.
Caridad había descubierto la forma más maquiavélica de lograr todos sus sueños de la niñez: tener dinero, poder y sexo sin mendingarlo.
Con el tiempo el circo llegó a ser el más famoso de todos, el que impartía mayor felicidad. Los dueños de otros circos ahora eran subalternos de Caridad y sus fortunas habían pasado a aumentar las arcas de ella. Todos vivían embobados, flacos y con el sexo en los ojos porque Caridad deambulaba desnuda por las instalaciones del circo, lo que provocaba que se esforzaran en realizar su mejor actuación, no por dinero sino por tener una noche de placer con la voluptuosa mujer.
La situación había llegado a extremos escalofriantes, tanto que hasta los asiduos visitantes del circo querían una noche de sexo con Caridad: políticos, personajes importantes de todos los ámbitos de poder deseaban satisfacer sus pasiones con Caridad, quien aprovechaba estas oportunidades al máximo, así satisfacía su ninfómana e inagotable sexualidad y aumentaba su capital.
Ya la ciudad se había convertido en una orgía total: casados, solteros, bohemios, curas, maestros, impotentes, todos en general realizaban el sexo con sus parejas con inenarrable intensidad al solo imaginarse la desnuda estampa de Caridad; muchos le tomaban fotos que guardaban en sus carteras y para estimularse la observaban por un rato.
El circo era una excelente industria que producía ganancias a montón gracias al avasallante cuerpo de Caridad. Ella, sabedora de sus atributos, los tenía a todos a sus pies, de una suavidad y una perfección olímpica. A su paso, desnuda, con sus flexibles y bien torneadas piernas, sus nalgas de redondez galáctica y un sexo que pedía posesión, mantenía a la ciudad en una bacanal constante.
(Nota: Imagínense ustedes aquí en Caracas a una mujer así. Sería el empujoncito final para exterminar a la ciudad, como en Sodoma y Gomorra, si se aliara con nuestros inteligentes políticos.)
Los sin dinero, al paso de Caridad solo podían masturbarse y soñar con que en su mundo hubiese una como ella. Este maremágnum ya no tenía control: el lavado de dinero, la prostitución, la alta y baja delincuencia azotaban la ciudad; ya eran escasos los empleos, se agotaban las fuentes de alimentos, el sexo era lo más importante, lo que hacía nacer niños descontroladamente, los cuales morían al poco tiempo a causa del hambre, la miseria y las enfermedades malignas.
Ya otros países buscaban su propia Caridad. La contaminación controlaba todos los poderes y la economía caía en picada mortal. Democráticos, comunistas, socialistas, social-religiosos, totalitarios, fascistas, todos en general iban hacia la quiebra total, ahora predicaban sexo y más sexo. Una cantidad enorme ya había pasado a mejor vida y las parejas de cadáveres se apilaban en las calles, frente con frente, todos en posición sexual.
Ya no era tan fácil ver a Caridad como antes, quien tenía miedo de lo que había provocado con su sexo de otro mundo; pasaba horas, días enteros añorando su primera vez, cuando su cuerpo soportó a quince gamberros y esto la mantenía en pie con una lascivia monárquica, esperando la llegada de un príncipe que la besara y la cambiara para siempre.
Esta gran epidemia no tenía comparación con otras anteriores, porque hasta los impotentes reaccionaban ante ella; todos querían estar contaminados, era algo que anhelaban así los matara poco a poco; lo mejor era que morían felices.
Era algo increíble y difícil de contar: la gente tenía sexo en la calle, en los transportes, en los colegios; en el cine nadie veía las películas, solo tenían sexo; al Presidente nadie lo escuchaba, ya que todos los ciudadanos estaban ocupados con el sexo, La comida se dañaba en los anaqueles, todos pedían sexo y más sexo y para esto no había antídoto que valiera, nada lo curaba.
Si un periodista iniciaba su trabajo relatando las últimas noticias, de pronto lo dejaba por el sexo; si un policía detenía a alguien, lo soltaba para tener sexo; el maestro comenzaba las clases y no terminaba debido al sexo; si dos países comenzaban un diálogo, lo dejaban a medias para tener sexo en la frontera; ya no sabían si eran democráticos o comunistas, solo practicaban el sexo. Si alguna banda musical intentaba realizar una nueva obra, no podía, porque la guitarra y el bajo, el piano y la batería se unían sexualmente.
Ya muchos querían hacer viajes espaciales para tener sexo en otros planetas, en otras galaxias. Los vehículos chocaban entre sí por culpa del sexo, los aviones se acariciaban en el espacio por el sexo; total, ahora la Tierra se llamaba sexo.
Y el querido virus seguía propagándose por el mundo, que cada día se poblaba y se despoblaba más y más. Morían muchas personas, más que todo por hambre y enfermedades, pero nadie quería la cura porque era un virus muy sabroso: mientras hubiese sexo, el mundo se mantendría super feliz. Todos querían conocer a Caridad para quitarle, aunque fuera un simple cabello para utilizarlo como amuleto para obtener más sexo, una locura colectiva...
A todas estas, Caridad se encontraba en el palacio que le construyeron al lado del circo, siempre soñando y deseando que la violaran o que apareciera un soberano que la curara de este virus. Ya no tenía dónde guardar tanto dinero y cartas que le enviaban de todos los confines del mundo pidiéndole, aunque solo fuera ver su hermoso cuerpo para masturbarse, u ofrecían grandes cantidades para tener sexo con ella, lo cual era imposible.
Caridad vivía triste porque muchos amigos ya no estaban y su príncipe no llegaba. Ya tenía 54 años, pero su cuerpo no envejecía. Eran casi las doce de la noche en que cumplía esa edad, pero estaba sola porque le aterraba la compañía de la gente: todos querían su sexo, hombres y mujeres por igual.
Se vistió, después de tantos años sin sentir la suavidad de una tela exótica de las tantas que conservaba, y salió a respirar el clima nocturno. Disimuló su cuerpo con un sobretodo que la cubría completamente y roció su cuerpo con diferentes perfumes para ocultar el penetrante olor de su sexo.
Después de hora y media de caminata llegó a un sitio desconocido, deslumbrante y fantasmagórico donde observó una figura masculina acostada en unos periódicos de épocas pasadas. Estaba mal vestido, con la vestimenta deshecha y sucia, pero sin saber por qué, quedó impactada con aquel hombre y quiso saber quién era y por qué se encontraba en aquel lugar solo y frío. El hombre no la miraba, no la tomaba en cuenta; ni siquiera había notado su presencia y esto la molestó, acostumbrada a la admiración de todos y todas.
Se abalanzó sobre el hombre, quien no se inmutó, solo volteó en el momento que Caridad buscaba su rostro y los cuatro labios se juntaron en un beso interminable, que duró hasta que salió el deslumbrante sol del nuevo día. Lo que Caridad vio la dejó atónita: ambos se encontraban desnudos.
Toda la fealdad de su rostro había desaparecido; las sucias ropas que el hombre anteriormente llevaba, ya no estaban. El lugar desolado donde la noche anterior se hallaban se había convertido en un precioso jardín donde pastaban muchos animales de diferentes razas en total armonía. Había también un lago de aguas transparentes donde peces de diferentes y alegres colores saltaban, mientras ella y el hombre misterioso se hallaban debajo de un árbol de manzanas. Miguel Correa.

Comentarios

  1. Wow¡!!!!!!!!!!!!! Espectacular, Fantástica, Una Historia Fabulosa, Mística, Exotica, Misteriosa. 20 Puntos.

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  2. El sexo fue, es y sera el motor que mueve al mundo, los seres humanos hacemos obras impresionantes siempre motivados e inspirados en el sexo opuesto, tenemos al sexo como el premio mayor a nuestras hazañas, siempre estaremos influenciados por el sexo opuesto. Se han cometido desastres colectivos e individuales bajo el deseo y la influencia del sexo y también grandes descubrimientos beneficiosos para la humanidad. En fin el sexo es primordial en nuestras vidas.

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  3. Esta historia de Caridad es terrible y espeluznante, pero a pesar de todo la vivió intensamente, tuvo, perdió y recupero su vida en varias oportunidades y a pesar de todo fue feliz.

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  4. Es una historia dolorosa y a la vez feliz, que le puede pasar a cualquier mujer en el mundo

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    1. Claro nadie esta exento de algo similar, es como una jugarreta del destino.

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  5. Es un cuento de hadas como los de Disneylandia, una historia mágica.

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    1. Si mi amiga Norma una gran historia con muchas vicisitudes, muchas desdichas, pero también muchas alegrías.

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  6. Sexo, el nirvana corporal y mental mas deseado por los seres humanos.

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  7. La naturaleza es caprichosa y juega con el destino de las personas, por lo visto nada es completo todo nos viene a medias, a veces tenemos de mas en algunas cosas y carecemos de otras y en cada persona es diferente y exclusivo.

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    1. Si amiga mía, pero hay que darle utilidad al destino y buscar la forma de que sea provechoso, siempre con humildad y capacidad de reflexión para mejorar su conclusión.

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  8. Las historias de amor sean del tipo que sean siempre son importantes e interesantes, plasman el deseo, la esperanza, la felicidad y la convivencia entre dos personas, pero esta en los protagonistas de la misma que se convierta en la mejor historia de amor.

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  9. Caridad! Si vemos el caso fue feliz a su manera, a pesar de las circunstancias.

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    1. Así es la felicidad tiene muchas formas y matices, se puede encontrar en muchos sitios y la adaptamos a nuestra personalidad.

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  10. Caridad muchas quieren ser como tu, pero les da pena que hablen de ellas.

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  11. La fuerza, el deseo y la ambición empleadas en el don del sexo , son las causas que hacen que el mundo mantenga un aumento considerable de seres humanos si estas causas y motivos fuesen empleadas también en el progreso, otra visión mandara en el orden mundial.

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  12. Caridad, Caridad, Caridad, lograste tu meta a pesar de todo.

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  13. Imaginaos los unos a los otros, tener una avalancha de sexo tan intenso y variado, seria en verdad una situacion insostenible pero espectacular.

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