Masturbación. Cuando tenía cinco años vi a plenitud dos perros apareándose. Aquello exaltó mis sentidos; sentí un cosquilleo en mi cuerpo que me hacía saltar de alegría. Llegué a mi casa y comencé a estimular mi infantil pene con una pasión morbosa. Desde ese momento la masturbación fue como otro órgano de mi cuerpo. A la fecha tengo un estante con grabaciones cortas y extensas, mezcladas e interrumpidas, en cintas cinematográficas que llenarían cualquier teatro para satisfacción de los invitados a la función.

Allí hay diferentes formas de masturbación: parado, sentado, agachado, arrodillado, rodando por el piso, en la poceta, en la regadera, con la mano derecha o la izquierda, dependiendo de la motivación (no sé cuál de mis manos ama más a mi pene, o si sienten el mismo amor por él, no lo he descifrado: hay momentos en que la derecha habla de su gran satisfacción, pero luego la izquierda pregona lo mismo. A veces, para que no discutan y peleen, uso las dos al unísono y ambas quedan extasiadas de tanto placer).

Por momentos pienso que tengo que tomar una decisión y grabo la función masturbatoria en privado, para posteriormente analizarla; entonces abro mis ojos y presencio el ejercicio que realizan ambas manos hacia adelante y hacia atrás, por momentos se concentran en un punto determinado donde el placer es absoluto. Mis ojos penetran la carne y veo cómo las gotas blancas y espesas se van preparando para salir a la superficie, van abriendo puertas y transitando por solares de mi uretra, hasta que en un espasmo que depende del estímulo, van brotando una tras otra, empujándose y exigiendo rapidez, hasta que logran salir todas y quedan en posición de descanso, adormecidas por el gran esfuerzo.

Pero la mayoría de las veces no logro ver este milagroso momento, cuando mi mente le pide a mis ojos que se cierren porque las goticas sienten mucha vergüenza.

Hoy creo tener un record mundial de masturbaciones y amor propio, pero no sé si son miles o millones de momentos milagrosos.

La masturbación es el vicio de los dioses del Olimpo, los convierte en creadores de montañas y lagos. Cuando su clímax llega al Nirvana, chocan las nubes que producen el líquido; al caer por las montañas se forman ríos que bajan por sus laderas hasta acumularse en lagos, que al encontrar salida desembocan y forman mares que luego son atraídos por los dioses y nuevamente comienza el ciclo del onanismo.

Al igual que la adormidera, que con cualquier mínimo roce se contrae y reacciona con una transformación de su estructura, mi pene, ante la presión del interior, si es apretado grita con furia y demuestra su rabia tratando de romperlo; cuando es muy flojo, ese toque de la tela lo exalta como animal enjaulado y busca explotar, aunque sea de orine.

La masturbación, sublime desahogo que nos proporcionó la naturaleza, hace de nuestras vidas una constante satisfacción, tanto mental como corporal. Es una actividad natural y común tanto para el hombre como para la mujer y genera una sensación de bienestar; el que diga lo contrario solo ha vivido la mitad de la vida.

Es una forma saludable de relajarse, de liberar las tensiones, de gozar, y es mucho mejor que tomarse un tranquilizante. A veces viene en combo, acompañada de un video pornográfico, que normalmente retrata un acto sexual explícito de una o varias parejas de actores, ¿pero qué importancia tiene para mí observar a otras personas haciendo el amor? Ninguna ¡es más interesante observar plenamente a una o varias mujeres, ya sea mostrándose, masturbándose, o lo que les dé la gana de hacer, para estar satisfecho con mi acto masturbatorio.

La masturbación y la mariguana (Cannabis sativa) hacen un buen matrimonio. No soy médico ni científico, pero al parecer hay componentes en la mariguana que acrecientan el placer al masturbarse y, por ende, hacen más intenso el erotismo, el deseo, las fantasías y el clímax sexual cuando lo practicamos con compañía femenina, o sea cuando hacemos el amor.

Las religiones la odian, la consideran una desviación de la mente; son tan absurdos que hasta el amor normal es para ellos algo pecaminoso, por eso detestan que los supuestos primeros habitantes de la Tierra pecaron cuando descubrieron las mieles del amor, cuando el árbol de las virtudes les mostró una de las más importantes.

Masturbación, fuego divino que bien estimulado es un preámbulo al amor propio o compartido, que hace del amor algo sublime y placentero ya que nos ayuda a descubrir nuestro tesoro corporal y mental.

Total, me doy las gracias por descubrir este placer a tan temprana edad y haberle sacado tanto provecho. 2054 Miguel Correa.