Esperanza, venía absorto, inmerso en unas ideas de exploración del sentimiento perruno que experimentamos los supuestos seres más inteligentes del universo, en nuestra mente física, espiritual, material y orgánica, cuando al sentarme a meditar en el parque escuché una conversación terrible que estaban desarrollando los vecinos del banco en que estaba sentado, la cual me dejó una deplorable sensación de impotencia por no poder cambiar los deseos absurdos y mediocres que a veces experimentamos...
—U-s-w, me preocupa tu excesiva verborrea cuando me quieres decir algo; no des tantas vueltas que me mareo y dime qué te paso o qué fue lo que escuchaste.
 —Ja, ja, ja, Esperanza, ya te cuento; es que bueno… sí, voy a eso. Es que lo que te voy a contar va a herir tu sensibilidad y estoy buscando la mejor manera para contarte la historia que escuché.
Según la Biblia, nosotros, como mamíferos superiores, gobernamos a los demás seres: hablamos, pensamos, creamos todo tipo de cosas necesarias para una mejor convivencia, preparamos de diferentes formas los alimentos, estudiamos y formamos profesiones; podemos leer, escribir, tenemos leyes de comportamiento…, en fin, una gran acumulación de obras que nos pueden dar un mundo mejor, aunque a veces creamos para destruir a nuestros semejantes; los demás mamíferos no tienen la potestad de hacer estas cosas. ¿Por qué entonces nos hacemos esclavos de los mamíferos inferiores, los mantenemos, los criamos, limpiamos sus excrementos después de alimentarlos…?
La historia que escuché es entre dos hermanos y dos perros que realizaron una doble boda; dichos hermanos eran Adoro y Adora; los perros: Mandinga y Yerbatero.
Estas parejas se profesaban un amor exquisito y a cada momento lo demostraban: Adoro con Mandinga y Adora con Yerbatero eran el hazmerreír del pequeño pueblito bananero, inmerso en lo más recóndito de las montañas, en el que vivían. El acceso a este lugar era de por sí casi imposible; el profundo amor que sentía cada uno por su pareja era infinito y sincero.
Según cuentan las comadronas del pueblo, era costumbre familiar ese tipo de amor, parece ser que ya se habían realizado varias bodas de este tipo en esa extraña familia.
Al matrimonio de Adoro-Mandinga y Adora-Yerbatero asistieron muchos invitados, entre ellos algunos especiales como las pulgas y los familiares de Adoro y Adora, los cuales trabajaban en un circo por sus excesivas deformidades.
Fue un poderoso, profuso y abundante banquete en el que no faltó ninguna clase de licor, hubo comida para alimentar a un ejército. Las pulgas solo se alimentaban de sangre, que había en abundancia, algunas se emborracharon y se fueron de pasajeras en algunos cuerpos que les atraían. 
El gran festín de bodas duró tres días con sus respectivas noches. Nadie en el pueblo se quejó, porque todos obtuvieron excelentes beneficios, especialmente los comerciantes, que fabricaron gran cantidad de recuerditos para el gran acontecimiento y vendieron toda la existencia.
Los periodistas agotaron las libretas existentes en la librería del pueblo por la gran cantidad de entrevistas que realizaron, todos buscando ganar el máximo premio.
La iglesia del pueblo era excesivamente grande, con asientos para humanos, perros, pulgas y monstruos, el cura impartía la misa a todos en comunidad. Era muy pintoresca y colorida, con una estatua central, la cual era una cruz acostada hacia la derecha y rodeada de tunas. Según el cura, se encontraba en esta forma para que el espíritu que allí residía descansara.
(Yo interrumpí el relato para preguntar qué representaban las tunas, pero no obtuve respuesta. Pienso que, al contrario, el espíritu no ha tenido descanso, porque hacia donde se mueva se le clava una espina. Estas espinas pueden ser las diferentes maldades que adornan el árbol mundial, las que cada día crecen más.)
Allí había seis asientos de color marrón, bien pulidos y cómodos, donde se sentaban el alcalde y sus subalternos, entre ellos el jefe de la policía.
Luego había veinticuatro asientos a ambos lados, unos azules para los evangélicos y otros verdes para los católicos; después doce rojos para los comunistas, posteriormente doce de color negro para los metaleros del pueblo y por último cincuenta asientos para los que iban a la iglesia por curiosidad.
De vez en cuando la iglesia se llenaba, cuando el cura hacia brindis con whisky o cerveza, dependiendo de la ocasión. Había ocasiones especiales en que el cura salía a oficiar la misa fuera del pueblo, como en el caso que nos ocupa, el matrimonio humano-perruno, y era acompañado de dos monjas de belleza indescriptible, lograda por medio de operaciones a lo largo de su cuerpo.
También lo acompañaba un eunuco, quien se encargaba de hacer todos los preparativos para las misas especiales, entre ellos la ropa del cura y sus dos monjas, la selección de la bebida y la comida.
Por el estatus que tenía esta familia en el pueblito bananero (eran dueños de 90% del pueblo, el otro 10% le pertenecía al alcalde y al jefe de la policía), la boda debía realizarse en la gran mansión; esto era una alegría para todos ya que mientras durase la celebración nadie trabajaba y tenía los días pagos.
Cuando por fin el cura y su comitiva arribaron a la mansión fueron recibidos con infinidad de vítores y aplausos, pero en realidad quienes provocaban esta algarabía eran las monjas especiales, por sus llamativos cuerpos.
Para llegar a la vivienda se debía transitar un camino de doscientos metros poblado de árboles donde se escondían los familiares de los hermanos y también las pulgas, que inmediatamente saltaron a chupar la sangre a las dos mujeres del cura, que estaban casi como llegaron al mundo por primera vez; por lo regular eran las pulgas machos, porque las hembras cabalgaban sobre Yerbatero y Adora. A lo largo del camino el señor cura brindaba a cada árbol que pasaba, y cuando por fin llegó a la casa fue recibido por Adoro y Mandinga, ya que Adora y Yerbatero se bañaban en ese momento.
El altar nupcial se encontraba en la parte trasera de la casa, donde los numerosos criados seguían con los preparativos nupciales.
Al fin llegó el momento esperado y se presentaron las dos parejas demostrando su gran amor sin pena alguna: se acariciaban, se besaban, ladraban, se les notaba la angustia sexual y la desesperación por terminar rápido con la boda y retirarse a sus respectivos lechos nupciales a consumar su amor.
El señor cura comenzó las bodas, pasando primero Adoro y Mandinga.
—Adoro, ¿quieres recibir por esposa a Mandinga y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándola y respetándola durante toda su vida, hasta que la muerte los separe?
—Sí quiero —respondió éste.
—Mandinga, ¿quieres recibir por esposo a Adoro y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándolo y respetándolo durante toda su vida, hasta que la muerte los separe?
—Jau ja jauuau.
Ahora le tocó el turno a Adora y Yerbatero (que no dejaba tranquila a la novia: la olía, jadeaba y hasta se le olvido colocarse ropa interior, lo cual se notaba).
—Adora, ¿quieres recibir por esposo a Yerbatero y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándolo y respetándolo durante toda su vida, hasta que la muerte los separe?
—Sí quiero.
Yerbatero, ¿quieres recibir por esposa a Adora y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándola y respetándola durante toda su vida, hasta que la muerte los separe?
—Jauuu ju jauuuuauu.
—Bueno, los declaro unidos en matrimonio: marido y perra; mujer y perro, y ahora que los esposos se retiren a consumar su amor y nosotros a la celebración. Salud hermanos y hasta que ya no haya más licor; que esta doble unión de hoy dure hasta que lo dicte el gran Señor.
Las dos parejas no escucharon estas últimas palabras porque habían salido en veloz carrera a sus respectivas habitaciones y solo se escuchaban gritos, ladridos y jadeos.
Al cabo de una semana ambas parejas salieron de sus habitaciones, en donde habían permanecido encerradas, con moretones, mordiscos y picazón, y llamaron a su ama de llaves y al apoderado para que tramitara los pasajes a la isla privada donde pasarían la luna de miel.
El tema de conversación en todo el pueblo era la gran boda realizada el pasado fin de semana; en las colas de los supermercados, bares, restaurantes, colegios, liceos, salones de belleza y hasta en la iglesia, donde el cura suspendía la misa y pedía opinión sobre el tema principal, y tras cada análisis brindaba y se escuchaban muchos aplausos.
El pueblo estaba adquiriendo fama y a diario llegaban turistas y promotores de películas y series televisivas a buscar una tajada del espléndido acontecimiento, ofreciendo fortunas y cheques en blanco a quien contara la mejor historia, porque llegar a donde estaban los hermanos era imposible debido a la gran cantidad de guardias; así fue pasando el tiempo y poco a poco la historia fue olvidada y el pueblo volvió a la normalidad.
Lo más triste es que Adoro y Adora pronto quedaron viudos; la felicidad que tenían les duró poco y estaban en busca de otro par de perros para volver a casarse, pero un problema que se les presentaba es que cuando mucho un perro puede vivir 14 años.
Otro problema era que Mandinga y Yerbatero se buscaban por su naturaleza perruna, por lo que Adoro y Adora continuamente peleaban por celos, pero luego se perdonaban y continuaban su vida normal de trabajo, él como terapeuta y ella como maestra.
Era cuando Mandinga y Yerbatero se unían plenamente y de esta pasión nacieron Laica y Amón.
A veces Adoro y Adora se miraban con pasión infinita, pasaban horas mirándose; en muchas oportunidades llegaban a la cama y se desnudaban con un deseo morboso y diabólico, se besaban, se acariciaban y así duraban horas de pasión reprimida, hasta que recordaban que eran hermanos de sangre y no era factible que esa pasión los llevara a compartir la misma cama, lo que los llenaba de tristeza.
Laica y Amón fueron creciendo alimentados y bañados por los hermanos hasta que de tantas caricias, juegos y abrazos renació el amor perruno en Adoro y Adora y de nuevo se casaron: Adoro-Laica y Adora-Amón.
Ya ustedes saben el desenlace de esta nueva unión, no tengo por qué repetírselo, a menos que ocurra algo diferente, lo cual no ocurrió. Jau.
Miguel Correa.

Comentarios

  1. Te la comiste Miguel, tremenda historia, no la había pensado de esa manera, en verdad es una historia fsntastica, que puede suceder en la vida real, jajajajajaja.

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  2. Claro amiga mía esa historia puede ser real como cualquier otra historia.

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  3. La devoción , el fanatismo , la veneración y el apego a cualquier cosa, animal o persona no es bueno, puede dañar el espíritu, la moral y el cerebro.

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  4. Fanatismo el cancer de todas las epocas¡

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    1. Religioso, político, social, económico...., es terrible¡

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