Siempre ha sido para mí tan irreverente, tan morboso, tan mitológico, su
historia del comienzo del mundo y de la población de la raza humana, es tan
inverosímil, tan maquiavélica, tan inoperante, tan brutal es un sueño
imposible, tan de otro mundo, lo concerniente al árbol de la manzana; que la
pasión desmedida que siento por ella me ha producido sueños eróticos donde las
perforo sexualmente con lujuria y se han convertido en lagos de esperma; para
calmar las pasiones conseguí un árbol de esta fruta, le hice una abertura donde
entrara a la perfección mi pene, pero
con algo de juego para evitar accidentes, ese fue mi gran tranquilizante por un
tiempo, las tabletas exóticas de manzana volcaban en mi miembro su paraíso
jugoso que me excomulgaba a otra galaxia imperceptible de amor desatado y
singular, donde el supramundo se volcaba frenético en mi mente, llena de
recónditos gnomos y duendes eróticos.
Pero el nombrado
conocimiento general no llegaba, solo percibía sexo, sexo y más sexo, la
sensación irreversible se mantenía, en una forma inevitable alimentaba
pasiones, fabricaba herencias consumibles; el prestigioso anacoreta se
arrodillaba en su presencia y el monótono monje que clamaba a la luna volteaba
y fijaba su mirada en la abertura del árbol parecida a la que el usaba en sus
dominios de juventud; un enigmático oso hormiguero, quería introducirse en el
árbol pero solo conseguía chocar y rodar por el bosque, el puerco espín me
miraba con envidia, las parejas que deambulaban por el mortuorio e inequívoco
lecho amoroso se extasiaban en sus sueños de eros; yo los catequizaba a todos
con mi polaroid y dejaba evidencia de sus presencias en su respectiva instantánea
de colores vivos y nítidos para aumentar el colorido de las extensas páginas de
mi diario fantasmal.
El oneroso firmamento
dejaba su marca lunática en las estampas visitantes del tálamo virtual, como
categórico y obvio dueño del placer yo definía las estancias en el álveo cuasi
nupcial, paradigma del amor y las manzanas se tornaban rojas por ver y percibir
tanto delirio y frenesí, ellas acostumbradas a ver mi auto satisfacción, ahora
no se explicaban a qué venia tanto extremo erotismo de los asiduos visitantes
de las diferentes especies de la flora y fauna; lo que no sabían las manzanas
era el negocio sexual que yo había emprendido en mi amado árbol.
Cuando yo depositaba mi
savia en el árbol de manzanas este la succionaba y se alimentaba, las manzanas
agradecían esto porque les aumentaba el rubor colorado de sus rostros, más
cuando se fue tornando en un negocio sexual, mi negocio en los alrededores del
árbol de manzanas esto le producía indigestión e hipo, de tanto semen y flujo a
su alrededor, las hojas ya eran verde opaco y las manzanas habían perdido su
esplendor. Miguel Correa.
Miguel esto es completamente surrealista y atrayente, provoca curiosidad y ganas de seguir leyendo una segunda parte.
ResponderEliminarHay varias segundas, terceras y cuartas partes, depende del estado mental.
ResponderEliminarUna de las tantas historias mitologicas que andan por el mundo sometiendo mentes¡
ResponderEliminarYes, yes, yes¡
Eliminar