Adan Y Eva

Cuando comenzó el mundo, según las religiones había un hombre del cual se formó una mujer, este hombre y esta mujer nacieron sin vestuario, ambos eran conscientes de la estructura y forma de su cuerpo, no sentían ninguna pena por sus órganos visibles y deambulaban por su hogar sin pensar en taparse los mismos; comían, bebían, se abrazaban, se tocaban, se exploraban mutuamente y pensaban: para que será eso que tú tienes y lo que yo tengo, porque somos diferentes; pero después de transcurrir cierto tiempo esta pareja pensó lo que tenemos debe servir para algo, el hombre dijo, después de analizar profundamente la situación y si yo introduzco lo mío en la abertura que tú tienes, ¿podemos probar?, la mujer respondió, está bien probemos, pero como hacemos, cuando dijo esto estaban tan cerca uno del otro que sus alientos chocaban y producían un perfume, este aroma los enardecía y calentaba sus cabezas, como era de esperarse sus labios se rozaron y ese roce de esas dos pieles produjo una corriente que se propago desde la cabeza hasta los pies, las chispas se convirtieron en rayos que penetraron por los poros, el calor era tan intenso que después de abrazarse sus órganos adquirieron vida propia; el órgano de ella se abría y cerraba con furia y el órgano de él se levantaba como cuando uno se despierta por la mañana y se estira para activar los músculos dormidos, ambos órganos se encontraron y se saludaron con una sensación nunca antes experimentada, luego se recostaron en la arena, ella mirando a las estrellas sin poder contarlas como hacia siempre, el sin poder ver los pececitos que se movían por la arena como cuando pescaba para mitigar el hambre de los dos, él fue penetrando por la abertura de ella con una furia reprimida pero que a ella le producía un dolor y un placer intenso y húmedo, que la hacía jadear y apretarse más a él, sus extremidades no paraban de acariciarse y explorar sus carnes en calor, era la primera vez que experimentaban esta pasión, la respiración de ambos alteraba el silencio del infinito y la luna les guiñaba un ojo y sonreía, la pasión desbocada amenazaba con llegar a su fin y hasta las nubes hacían su aparición y chocaban sin cesar, despidiendo una fuerza que rodeaba el lecho de los amantes, las aves nocturnas cantaban sin cesar y los arboles alegres saludaban a la noche que era testigo de este acontecimiento de amor y descubrimiento.

Los primeros rayos del sol los encontraron todavía unidos en un abrazo que abarcaba el mundo, incluidos el roció nocturno y los fluidos corporales, el canto de las primeras aves mañaneras, el alegre movimiento de los arboles movidos por la alegría de la brisa, los peces se asomaban los veían y movían sus cuerpecitos al vaivén incontrolable de las olas, la arena cubría sus rostros, pero era agradable a la piel, las voces no brotaban de sus labios solo las miradas hablaban, cuando recuperaron los sentidos les dio vergüenza su desnudez y corrieron a ocultarse por temor a ser vistos por la fauna y la flora del lugar, la risa les brotaba espontanea cubriendo de ensueño todo el lugar, se taparon con hojas y fueron a construir un sitio donde vivir para deleitarse en otro esperado momento de amor y descubrimiento. Miguel Correa.