Esperanza, yo venía viajando muy alegre en el Burrivan ( medio de transporte llamado metro, en el que las personas entran y salen sin control y donde normalmente percibimos por medio del olfato diferentes olores, y vemos con facilidad la marca de los ropajes coloridos de la gente en las etiquetas que exhiben sin pudor, por lo apretado que vamos en su interior ), con momentos oscuros y otros claros con intervalos de 5 minutos aproximadamente, entre claro y claro aunque en algunos se extendía más el tiempo (hasta media hora).

  

Ese inexorable e indetenible momento en nuestras vidas, el cual vemos pasar siempre hacia adelante, sin fuerza humana o natural que pueda aminorar su avance, mucho se ha hablado acerca de promover un cambio en el, o detenerlo, pero es imposible, se puede parar un reloj, un crecimiento de una vida, y lo notamos con intensidad cuando hacemos un repaso al trayecto de nuestra existencia y llegamos a la conclusión, de que podemos cambiar solo su aspecto.

  

Cuando arribe a mi destino intente salir y un grupo de nuevos tripulantes que querían entrar al Burrivan no me lo permitían, opte por cambiar el destino y llegue al próximo claro allí si me fue fácil desembarcar, muchos transeúntes comentaban entre si < todos los días es lo mismo y siempre las mismas personas, que no respetan ni el espacio ni el tiempo de los demás >

  

Siempre ha sido así y siempre será igual, que el tiempo y el mundo, el dinero y el poder, pertenecen a los mediocres y superficiales y a los otros, a los verdaderos hombres, no les pertenece nada, nada más que la muerte.

Miguel Correa